martes, 11 de septiembre de 2007

Vacaciones en Barruelo, y una gran pérdida

Para mi Barruelo supone una situación de vacaciones por excelencia. La tranquilidad, el descanso, el silencio y el disfrute total de la naturaleza. Este verano, aunque con alguna escapada a Santander o Salamanca, la mayor parte del tiempo lo he pasado en el pueblo y sus alrededores.
He estado comiendo picatostes con miel en la excelente Bámbola en Reinosa o por las Henestrosas, en la Iglesia de Santa María la Real.
Y también, en Barruelo, he vuelto a la valla para ir hacia el Plano, donde cogíamos lagartijas y manzanas de las Monjas.
Y además este año he cubierto una asignatura pendiente que tenía desde hace mucho tiempo, subir a los Cintos. Apenas ya se ven desde el pueblo por la vegetación actual. Me costó dos días, porque el primero no sabía donde estaban (el bosque no dejaba ver los Cintos) y al final, después de atravesar una zona bastante tupida, pude quedarme con los caballos en libertad que se guarecen en los mismos Cintos, las dedalinas y observar la magnífica vista que se tiene de Barruelo desde esa altura y que he añadido al principio.


Pero este año no todo han sido vacaciones y disfrute. Mi amigo Paco Blanco nos ha dejado. Justo cuando estaba empezando a conocerle. La última vez le vi al lado de la iglesia de Revilla, de San Cornelio y San Cipriano.

Nunca podré olvidarte Paco. La conferencia que querías que diese en Palencia, vaya que si la daré.